viernes, 6 de noviembre de 2009

SIGO SIENDO UNA CHICA CON SUERTE

SIGO SIENDO UNA CHICA CON SUERTE

Siempre he sido una “Chica con suerte”. Desde siempre he sentido que la suerte me acompaña y me guía para poder estar en el lugar indicado en el momento adecuado. Para bien o para mal, lo importante es reconocer estos momentos y saber que son instantes que formarán parte de nuestras vidas y de nuestros recuerdos.


Estuve muy ocupada todo el día, subir, bajar, entrar y salir, sin percatarme de la hora. Un día como tantos, nada especial, las mismas ocupaciones y preocupaciones de siempre.
Cuando finalmente logre un espacio, un respiro del ajetreo diario, prendí mi computadora y cual va siendo mi sorpresa. Eran exactamente las 12:55 p.m. y era la hora justa en la que la “suerte” me llevó a estar frente a la computadora. Una conferencia en tiempo real transmitida vía internet. ¿El tema de la conferencia? Realmente no sé con exactitud, no puse mucha atención al contenido, ni siquiera al mensaje enviado por el conferencista. Simplemente fue impactante escuchar la voz. Una voz conocida que tenía muchos años de no escuchar, tal vez, demasiados años, toda una vida. Hoy me transporte en un túnel del tiempo…al escuchar la voz, entre en un remolino de recuerdos y de pensamientos del pasado. Buenos recuerdos, instantes vividos que en su momento me hicieron feliz y que hoy, me permitieron olvidarme de los problemas y preocupaciones del presente y remontarme a esos años, que aunque en el momento uno no lo sepa, serán por siempre “Años maravillosos”. Los recuerdos de esos “buenos años”, me permitieron, por lo menos el día de hoy, y por un largo rato, tener pintada en mi cara…una sonrisa.

No significa que el presente no sea valioso, que no sea importante o que no tenga gran significado, por supuesto que sí, pero tuvo un “antes” que dio entrada al “después”, al hoy, al presente. Sin pasado no hay presente y nunca habrá futuro. Esa puerta al pasado da constancia de lo vivido, de lo experimentado y de las emociones sentidas.
Siempre he escuchado que es importante “cerrar círculos”, no dejar “pendientes”, para poder, tranquilamente “dar vuelta a la página” y seguir hacia adelante. Probablemente sucesos de nuestra vida pasada quedan ocultos en nuestro subconsciente y algún día, por algo, salen sin darnos cuenta. Ese “pendiente” que teníamos, regresa a nuestra mente y si eres afortunado y con suerte como yo, podrás dar una “aclaración” o una disculpa a la persona ofendida, o tal vez un simple “Gracias” a quien en algún momento te hizo bien, o mejor aún, hacer un reconocimiento a quien sin importar lo que seamos el día de hoy, en donde y con quien estemos, tiene un espacio de tiempo y de cariño para quien, que algún día, fue importante en su vida. Gracias.

Y es que en la vida, algunas veces tiene uno la suerte de encontrarse con grandes personas. Personas que dejan una profunda huella que en ocasiones dura por siempre. Personas de cualquier tipo, de cualquier profesión que conocemos por casualidad o por “causalidad”. Personas que por algo, han transitado por nuestras vidas dejando un mensaje, una enseñanza, un aprendizaje que en muchas ocasiones, nos sirve para llenar los vacios que se van formando en nuestra vida, en nuestra alma, en nuestro espíritu o en nuestro corazón.

Esas personas especiales no se encuentran por millares, desafortunadamente son garbanzos de a libra. Son una en un millón. Lo curioso es que reconocerlos no es difícil, al contrario, en cuanto los conocemos, sabemos que serán especiales, sentimos una atracción instantánea, una magia que inmediatamente nos da la señal de que esa persona, es diferente, es única y dejará huella.
¿Quién no recuerda a un gran maestro? Esos maestros que tuvimos y que dieron cátedra en el aula pero también fuera de ella. Maestros que nos enseñaron con el ejemplo, con el compromiso y la responsabilidad. Que compartieron sus conocimientos pero que también lo hicieron con sus experiencias, con sus aciertos e inclusive, tuvieron la madurez de compartir sus errores. Maestros que sencillamente se ganaron nuestra absoluta admiración y que nos dejan para siempre sus enseñanzas y nos dan aprendizaje no tanto académico sino un aprendizaje de vida. ¿Y los amigos? A esos amigos que se vuelven compañeros de nuestra existencia. Amigos que comparten tristezas pero igualmente aprenden a saborear juntos las alegrías. Amigos que disfrutan las coincidencias pero que también respetan las diferencias. Esos amigos que aunque ya no estén, se volvieron entrañables cómplices de aventuras y oyentes incansables de historias infinitas.

Padres, hermanos, colegas, amores, compañeros, todas esas personas especiales que estando presentes llenan nuestras vidas, pero incluso estando ausentes, llenan nuestro espíritu. Todas esas personas que van dejando señales y que van colmando nuestras vidas de experiencias y sabiduría.
Tal vez si, fue un día de ociosidad, de nada que hacer, de llenar el aburrimiento con algo novedoso, o tal vez, una señal divina que entro en mi mente y me dispuso a buscar y con suerte, a encontrar. ¿Quién lo puede saber? Estaba definitivamente en búsqueda. No sé exactamente que buscaba, pero ahora puedo decir, con toda la certeza, que encontré mucho mas de los que buscaba. Encontré un escape, una salida al torbellino mental y emocional en el que estaba metida. Mi mente, mis sentimientos y toda mi vida, se había convertido en una madeja de estambre enredado, sin principio ni final. Probablemente la edad, el duelo por una reciente perdida, la rutina, el estrés, experiencias dolorosas, no puedo asegurar que me hizo llegar a ese punto de confusión emocional, solo sé que para mí, era urgente liberar la presión para poder continuar mi vida sin temor a una explosión, que finalmente acabara con todo. La punta de la madeja no puede perderse y se tiene que tener bien sostenida, para de ahí partir y comenzar a desanudar el hilo con el que se encuentra sostenida la vida.
Finalmente, por una cosa o por otra, te encontré y ha sido un hallazgo. Encontré, sin querer, una “persona especial”. Una en un millón, un garbanzo de a libra. Inmediatamente sentí la magia, la atracción instantánea. El gozo no por ver, sino por escuchar, por compartir, por entender, por encontrar. Una de esas personas que dan a manos llenas. Alguien, que aunque recordaba como generosa, no creí que lo fuera hasta puntos extremos. Un hombre con una vida tan completa y tan plena, que no duda en compartir y “guiar” a las personas que como yo, aún nos encontramos en la búsqueda de esa plenitud. Una amigo dispuesto a ser oyente de historias infinitas. Un maestro que comparte experiencias, aciertos y errores, ofreciendo aprendizajes de cómo es posible vivir intensamente disfrutando cada instante al máximo. Una de esas personas especiales que estando presentes llenan nuestras vidas, pero incluso si un día llegan a estar ausentes, su recuerdo permanecerá colmando nuestro espíritu.

Definitivamente nada dura para siempre, nada en la vida es eterno. Algún día esa persona especial regresará a donde siempre ha estado, lejos, muy lejos. Regresará a la distancia que yo misma le impuse hace muchos años. Yo volveré al lugar de sombra en el que estuve por mucho tiempo en su mente y en su corazón, y cada quien volverá a su vida. Puede ser que ese momento este cercano o puede ser que ese momento esté lejano, nadie lo sabe. Mientras ese instante llega, aprovecharé cada minuto, cada palabra, cada consejo, cada enseñanza. No intento más que saborear el gusto de la invisible presencia. Sin presión, sin exigencia, recibiendo con gusto los minutos o las horas. Esperando, recordando, disfrutando y aprendiendo el gusto por la vida, la pasión de la existencia y por la búsqueda constante de la felicidad.

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