viernes, 6 de noviembre de 2009

TODO PASA

TODO PASA

En la vida tenemos cosas buenas y cosas malas. Algunas cosas que vivimos nos causan alegría y otras desafortunadamente nos dan tristeza. Las cosas buenas nos gustaría que duraran por siempre, que fueran infinitas, que nunca desaparecieran. El éxtasis que provoca un gran amor, la cariño de una amistad verdadera, la ternura de nuestros padres, la protección de nuestros hermanos, la infancia de nuestros hijos, la juventud y la belleza son algunas cosas que nos gustaría tener por siempre y para siempre. El primer beso, la primera caricia, el primer “te quiero”, son momentos que quisiéramos dejar suspendidos en el tiempo y que nunca desaparecieran, que fueran instantes eternos, instantes que nunca se perdieran, que nunca se borraran, que nunca se olvidaran. Las cosas bellas, las cosas agradables, las cosas que nos dan felicidad, no duran por siempre, son oportunidades que nos da el destino para ser felices por momentos y acumular fuerzas para soportar lo malo. Si, lamentablemente lo que nos da felicidad no perdura para siempre, lo bueno pasa…todo pasa. ¿Cuánto dura lo bueno? Nadie lo entiende, nadie sabe porque en un abrir y cerrar de ojos se acaba el amor, se acaba la felicidad, se acaba el gozo, se acaba lo bueno. Desafortunadamente las cosas que nos llenan de alegría, duran mucho menos de lo que a uno le gustaría, mucho menos de lo que uno espera y aunque estos momentos durarán más…para nosotros, de cualquier manera sería poco. Nunca nos llenamos, nunca nos sentimos satisfechos, siempre queremos más. De lo bueno nunca nos cansamos, incluso, a lo bueno nos acostumbramos, se nos hace cotidiano ver a nuestros hijos sanos, se nos hace rutina ir a trabajar, nos parece lógico y obvió ver todos los días a nuestra pareja ahí, esperando siempre. Nunca valoramos, nunca cuidamos, nunca apreciamos en la magnitud que tiene, lo bueno que poseemos, siempre nos inconformamos, siempre nos quejamos y nunca agradecemos a quien nos ayuda, a quien nos acompaña, a quien nos quiere, a quien nos da cariño y alegría, aunque sea un poco. Pero muchas veces olvidamos que lo bueno pasa…todo pasa.
Las cosas malas, esas cosas que nos causan pena, que nos causan tristeza, son situaciones que quisiéramos evitar, que quisiéramos nunca vivir, que quisiéramos jamás tener en nuestras vidas. La pérdida de un ser querido, el olvido de un amigo, el accidente o el incidente negativo, el desamor, el adiós…son momentos de tristeza, momentos de dolor que nos hacen sufrir, que nos hacen sentir que el mundo se ha puesto en nuestra contra. El sentimiento que nos queda después de sufrir una enfermedad, una agresión, una traición, una pérdida, incluso del desamor nos llega a transformar, sentimos que se nos cae el mundo encima, nos altera, nos hace perder la calma, perdemos la tranquilidad, nos desalienta, nos deprime. Lo malo lo sentimos como algo personal…se pregunta uno ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo?…pero, ¿Y porque no? ¿De qué privilegio gozamos para nosotros no sufrir? Afortunadamente lo malo también pasa…todo pasa.
Los momentos malos, de sufrimiento y de dolor, son lecciones que nos da la vida para aprender, para valorar, para apreciar lo bueno. Sufrir nos hace reconocer el gozo. El desaliento nos hace apreciar esfuerzo, el desamor no hace distinguir a quien aún nos ama, perder nos enseña el placer de ganar. Lo malo nos obliga a apreciar lo bueno, a saborear lo bueno, a valorar lo bueno. Lo malo da inicio a lo bueno. Los extremos terminan uniéndose en el círculo de la vida. Pero finalmente habrá que disfrutar cada instante que nos ofrezca nuestro destino, ya sea que sean instantes para gozar o para aprender, porque tanto lo bueno como lo malo pasa…todo pasa.
Así que, ya sea que en estos momentos estés viviendo algo bueno o tal vez algo malo, disfrútalo, aprende, saboréalo, porque afortunada o desafortunadamente pasará, todo en la vida pasa y lo que te pasa a ti, no es la excepción.

No hay comentarios:

Publicar un comentario